«Podía haber sido mucho mejor»

  • Vecinos de Carlos I creen que la reformase ha quedado a medias.
    Valoran los nuevos pasos y la mayor claridad, pero lamentan que no se hayan ensanchado aceras ni eliminado el pasadizo subterráneo y ponen en duda que la velocidad se vaya a reducir

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    «Yo he jugado a fútbol en lo que hoy es el acceso a la variante»
  • AINGERU MUNGUÍA - Diario vasco
  • 8 agosto 2015

Los vecinos de Amara ya pueden estrenar los nuevos pasos de cebra que se han colocado en Carlos I. La polémica obra foral «se ha quedado a medias», concluyen la mayoría de los residentes. La reforma de este acceso a la variante ha eliminado un carril de circulación, ha colocado dos pasos semaforizados y ha suprimido la vegetación que impedía ver lo que había al otro lado de la calle, lo que ha mejorado el aspecto general de la zona. Habrá más claridad y mejor comunicación peatonal a ambos lados de la avenida, pero los vecinos creen que se podía haber haber sido más ambicioso. «Seguimos teniendo una autopista en medio, no han ensanchado las aceras, ni han colocado una vegetación de calidad, ni han eliminado los puntos negros del pasadizo subterráneo y de los bajos del viaducto junto a Ferrerías».

La obra de transformación de Carlos I está ya terminada, con lo que se cumplirán los plazos indicados al comienzo de los trabajos cuando se aseguró que finalizarían para Semana Grande. Han sido cuatro meses de obra para un proyecto que ha costado 668.215 euros. La anterior Diputación rechazó las diferentes opciones que había para eliminar el acceso a la variante por Carlos I: no puso en marcha la supresión experimental de un carril que sus estudios de tráfico avalaban, renunció a reformar la rotonda de Martutene (Autovía del Urumea), descartó incluirlo como una prioridad en sus planes tras haberse comprometido a actuar y, finalmente, unos meses antes de las elecciones, se sacó de la chistera un proyecto de bajo coste para no dejar en mal lugar ante los vecinos al gobierno municipal (hermano político suyo). El objetivo era salvar los muebles: hacer algo más permeable la avenida con una intervención mínima.
El resultado está ya a la vista, aunque para evaluar la bondad de los cambios habrá que esperar a que Carlos I 'ruede' durante unas semanas. El vecindario ojea, analiza y comenta a pie de calle las novedades que descubre en la obra cada mañana. Antonio González piensa que la cosa «va a quedar bien, al menos mejor que antes» y confía en que se reduzca la velocidad de circulación. Xabier también es de los que ve el vaso medio lleno: «Por lo menos, al salir del portal no ves un muro de cemento» y los nuevos pasos de cebra a la altura de los cruces con Isabel II y Eustasio Amilibia «nos acercarán a la otra parte del barrio». Entre quienes lo ven todo positivo se encuentra Flor, una empleada de hogar, que trabaja en el número 14 de Eustasio Amilibia, esquina con Carlos I, y que también mete horas en otras casas al otro lado de la avenida. «Hay mucha más luz ahora, mayor amplitud, más cómodo. Para mí, estupendo». Más claridad sí, dice María Luisa Iñurrategi, vecina del portal 15, «pero aquí siguen pasando los coches igual que antes. «Y mira qué tamaño de árboles tenemos pegados a la casa (sin podar durante décadas)».





En general los vecinos que viven en las calles cercanas a Carlos I valoran más el cambio porque les facilita las comunicaciones peatonales, pero los residentes en la misma avenida son más críticos porque esa es 'su' calle y quienes diseñan los cambios «no lo hacen pensado que están en un entorno urbano, sino en una carretera».
«Hay aún muchísimo tráfico»
Carmina, lleva dos años viviendo en el portal número 20 y piensa que la obra «está bien, nos facilita algo los movimientos, pero falta lo más importante». Explica que hasta que no reformen la rotonda de la Autovía del Urumea en Martutene no se podrá eliminar el acceso por Carlos I, que para ella es el objetivo final «porque aquí sigue habiendo muchísimo ruido. El tráfico es terrible», concluye.
Y coincide con la generalidad de los vecinos en criticar que no se se haya eliminado definitivamente el pasadizo subterráneo, algo que «da miedo». A José Juan, tras la barra del bar Esparru, no le preocupa tanto el ruido -para contaminación acústica la de sus cafeteras cuando los clientes le piden cuatro desayunos- como que hayan dejado «esa mierda de paso subterráneo, con esos barrotes y esas escaleras». Admite que ahora la calle «da otra sensación. Hay más luz, menos ruido de coches, y podemos ver los portales de enfrente, que antes pasaban los coches y los conductores no podían ver ni los comercios que había en la calle».
La peluquera Silvia Martín considera, sin embargo, que la reforma ha sido poco ambiciosa. «No es lo que preveía. Yo pensaba que iba a ser un poco mejor». En su opinión, se debía haber aprovechado la obra para hacer de Carlos I una especie de avenida de Madrid o Sancho El Sabio. «Podían haber ensanchado las aceras hasta la nueva calzada y quitar carretera (eliminando los viales más cercanos a las viviendas). Yo creía que estas carreteras pequeñas desaparecerían y solo quedarían los tres carriles del centro de la avenida. Eso sí hubiera sido un cambio de valor para dar más vida comercial y peatonal a la calle». Para Silvia la reducción de un carril apenas se nota y el peatón va a tener que vencer la resistencia psicológica de tener que atravesar «tres calzadas» para llegar al otro lado de la calle, algo que sería distinto si solo tuviera que cruzar tres carriles de la calzada central.
Los miembros de la comisión vecinal para la desaparición de la variante en Carlos I, Lierni Lasa y Xabier Barrutieta, se mantienen críticos con la intervención llevada a cabo. «El problema es que esto sigue siendo una autopista en medio de un barrio», concluye la primera. Ella es de los que ven el vaso medio vacío. Duda, para empezar, de que los coches vayan a levantar el pie del acelerador. «Los semáforos son de botón, por lo que si los peatones no los pulsan (por la noche no hay peatones) no se ponen en rojo». Otra de las carencias en el diseño es que las filas de aparcamiento en línea se han pegado a una zona de césped «que es un talud conforme te acercas a los túneles. La gente va a salir de los coches no a una acera sino a una zona verde, que puede ser barro». En su opinión, las zonas verdes van a quedar «muy pobres» por el «ridículo presupuesto de vegetación que era de solo 3.000 euros». Barrutieta y Lasa apuntan una larga lista de 'debes' que quedarán por solucionar a partir de hoy. «La intervención no se ha hecho pensado que esto es ciudad, no una autopista. Se generan unas zonas verdes inservibles; el pasadizo subterráneo seguirá siendo un punto negro y la parte baja del viaducto, cerca de Ferrerías, la dejan sin tocar; sólo han quitado un carril de circulación, pero dejan cinco carriles en el conjunto de la avenida y cuatro filas más de aparcamiento, con lo que la idea de convertir Carlos I en un boulevard o una avenida urbana se desvanece; y se orilla una solución más integral que contemple medidas de revitalización comercial».
El traslado de las oficinas del DNI y de la Seguridad Social, al paseo del Urumea y a Riberas de Loiola, han provocado una reducción del movimiento comercial en la zona que ya se está notando. Lasa y Barrutieta temen que este proyecto haya sido solo «una respuesta electoral» a la protesta vecinal y que una vez concluido se olviden del objetivo final de eliminar el acceso a la variante y convertir Carlos I en una calle más del barrio de Amara.